Salvador Fabà i Fabà

LA ILUSTRACIÓN DE XAVIER CABAfaba

Conocí a Xavier el año 1971; hacía muy poco que había vuelto de Francia y me lo presentó otro amigo, ya fallecido, por desgracia, Francesc Cueto i Martí, cuando él y yo teníamos en común un pequeño estudio en la Creu Alta. Desde entonces se creó una relación cada vez más profunda, tanto por la afinidad de caracteres como por la actividad profesional. Aquel mismo año, a petición suya realicé unas gestiones, entre mis contactos laborales, para que pudiera publicar sus ilustraciones, puesto que era lo que había hecho hasta entonces en París, donde había trabajado para las editoriales francesas más importantes. No se surgió problema alguno cuando presentó su dosier: en seguida le aceptaron en la Editorial Bruguera y en las agencias internacionales Selecciones Ilustradas, Bardon, Interpubli, etc., para trabajar para el extranjero.

No se prodigaba mucho en la cantidad, pero sí en la calidad de sus trabajos, ya que era muy exigente consigo mismo. Hago referencia a la cantidad por la sencilla razón de que alternaba la ilustración con la pintura de caballete, en la que destacaba especialmente en el difícil arte del retrato, sin dejar de lado los paisajes, marinas o bodegones.

Mantengo en la memoria las sesiones fotográficas que realizábamos, para después aplicarlas a las ilustraciones, y, también, que fue él quien me enseñó el complejo arte de la fotografía. No en vano, todo lo que abordaba procuraba hacerlo a la perfección.

De Xavi solamente guardo recuerdos excelentes. Recuerdo, así mismo, la anécdota de un día cuando, muy mudado, pasó por mi estudio, hacia las cinco de la tarde. En aquella época yo intentaba aprender a hacer las ilustraciones al óleo, técnica que él dominaba a la perfección. Como yo no lo estaba consiguiendo, él se fue poniendo nervioso y, en su afán por hacerme entender lo que a mí me resultaba difícil, no se dio cuenta de que estaba empapando el puño de la chaqueta en la paleta de la pintura, y el pobre quedó impregnado de azul de Prusia por toda la americana… Pero lo más grave es que le esperaban para una fiesta en Lloret de Mar, a las ocho de la tarde. Huelga decir que todos los que nos encontrábamos allí nos pusimos a limpiarle la americana con aguarrás, disolventes y todo lo que hiciera falta, hasta dejarla en condiciones aceptables. Se ha de decir que se había manchado porque la paleta llena de colores yo la tenía a la derecha y él era zurdo y se había visto obligado a forzar la posición. Xavi nunca se ensuciaba pintando, pues, como él decía con frecuencia, “PODRÍA PINTAR VESTIDO DE FRAC”. Xavi, ¡un gran amigo,!