Josep Caixach Gamisans

NOTAS ESTRICTAMENTE PERSONALES, A DOS VOCES

caixach_1984-estiu-Sallent-Boadella-Caba-i-CaixachNo hace falta que os diga que haré un panegírico. No puede ser de otra modo, el dios de la amistad y el dios de los pintores, que, a estas horas, deben de estar comiéndose un paella hecha por Xavi, me están mirando con ojos entre curiosos y amenazadores.

Tengo en el comedor de casa algunas pinturas de Xavi: un retrato de mi madre, de un puntillismo casi canónico; un retrato de una hija, a lápiz, de una tersura inmejorable; una felicitación navideña grande, a rotulador de trazos largos, que me tiene robado el corazón. Por delante, unas cerámicas de gres de una solidez y sobriedad monásticas. En el pasillo, un cuadro viejo recuperado (¡un Caba de antes de ir a París!), lo hemos limpiado y ha salido una pintura extraordinaria.

Venía a casa con dos botellas bajo el brazo (son de Sauvignon blanco, me las vendió un paysan…). Estamos a finales de los sesenta, principios de los setenta, los mayores todavía lo recuerdan, llegando de París para la fiesta mayor, con su descapotable y bailando en la verbena, una de sus pasiones.

Aspectos frívolos, me diréis; vais –como siempre que habláis de Xavi- equivocados, tras esta imagen de Xavi volviendo de París había un trabajo riguroso, una disciplina calvinista del trabajo, una cordura y unas opiniones… que el tiempo le ha dado la razón.

Vuelve de París el 68-69, ha visto el mayo famoso (¡él sí que estaba allí!), los jóvenes de aquí deslumbrados y él ya matizando y/o provocando, haciéndonos enfadar. Aquí la abstracción, el conceptualismo… la “modernidad”, y él, figurativo y perfeccionista, conoce a Balthus y lo que representa… y aquí, ni dios. Él que podía y sabía, no hizo nunca, sin embargo, lo que se ha denominado “realismo español”.

Le decíamos: “Xavi, tienes que cambiar de pincel, tiene que ser más grueso, y andábamos equivocados y éramos injustos. Ahora, como siempre, el tiempo ha hecho limpieza y de aquello sólo ha quedado lo que tenía que quedar, de las “fantasmadas” y “chorradas” ha quedado muy poca cosa. Sus opiniones se han ido imponiendo.

Él, con una distorsión que yo califico de muy castellarense, casi se define sólo como artesano de la pintura, y en su interior lleva la tensión entre sus potencialidades (muy infravaloradas) y la presión de un mercado condicionado por una “falsa modernidad” pretenciosa y unas opiniones adversas y suficientes (que ahora vemos en todo su vacío e inconsistencia) y él pinta que te pinta, con rigor y oficio.

Se las compone con dignidad, entre los encargos, el hecho de “poner un plato en la mesa cada día” y la obra bien hecha (mirad ahora, con cuidado, su obra reunida).

Hace cerámica, siempre con disciplina y entusiasmo, hace colonia en Granera con unos destiladores casi medievales, y nos enseña a hacer paellas, siempre con un entusiasmo contagioso, siempre a punto de montar una cena, una excursión… nos lleva a París y nos cuenta mil historias, nos enseña a ir por el mundo. Entusiasta del cine, hace fotografía…

Tengo grabada su imagen alta y corpulenta con sus Nikon colgadas, retratando a troche y moche, una imagen de cine, igual que su admirado John Wayne.

Y, sobre todo, las tertulias interminables en Granera y en el bar del Pi, hablando de Dios y del demonio, de cine, de política, de viajes, de pintura… y pocas veces estando de acuerdo. Desde la equidistancia del que vuelve de París, decía aquello de: “Para mí, el mundo se acaba en Els Pedrissos”.

Pero le he visto defendiendo enconadamente a Cataluña frente a unos madrileños españolistas y tarambanas; o el año 69-70 plantando cara a la guardia civil por una cuestión de tránsito, defendiendo simplemente los derechos y la dignidad ciudadana, y era en esto donde veías que cuando se enojaba su altura le daba un aspecto realmente amenazador.

Entrañable, vital, generoso… amigo de veras; Xavi, tu recuerdo pervive entre nosotros.